miércoles, 28 de agosto de 2013

Medias derivadas.

Entre tantas funciones que dependen de una variable, entre polinomios de grados decrecientes, llegando a cero, ese numero tan definitivo, pero a la vez tan "nulo". No es tomado mucho en cuenta, pero es el eje del universo, de todo, el cero es principio, y es final también.

Ahí estaba yo, hallando transformadas, convirtiendo el tiempo en frecuencia, cuando oí a mi profesor decir que existían las "medias derivadas", que no solo se trataba de números naturales, perplejo, me quede analizando aquel termino. No lector, no te embriagaré de números ni de constantes, más si tratare de "derivar" el asunto.

 ¿Que relación hay entre el cero y aquella "media derivada"? Ninguna realmente. Un capricho de tantos, que albergo como excentricidad mía.

Ahora, olviden por un momento la derivada, y piensen en la "media". Si, la mitad, la fracción, la porción restante o sobrante que anhela ser entera, ¿no somos nosotros así? ¿fraccionarios acaso? Mi soledad puede considerarse enteramente mía, pero no es única, es compartida por muchos, por una humanidad, dividida entre todos sus habitantes, un numero bastante pequeño, a mi parecer(me evito cálculos, para no caer en lo numérica que es mi vida). Imaginen cuan pequeña es nuestra soledad, comparada con todo un universo ¿te hace sentir pequeño? Quizá lo seas, quizá todos lo somos, somos una fracción de mundo, de galaxia, de un todo, fracciones...

¿Podemos complementarnos? Puede ser, siempre y cuando halles esa otra fracción que completa la pequeña parte de "todo", que representas. No siempre será enteramente complementaria, pero siempre la puedes redondear, hacerla entera, enteramente tuya. Pero siempre redondea hacia arriba, no reduzcas a tu complemento, hazlo más grande, en la medida en que crezca ese complemento, decrecerá esa soledad de tu porción. Haras de esa media derivada, una derivada completa.

"Tú, yo, todos nosotros, podemos ser enteramente nuestros."


Riccio


lunes, 26 de agosto de 2013

"Creo que el amor verdadero crea un refugio ante la muerte. Toda cobardía viene de no amar o de no amar bien, que es lo mismo. Y cuando un hombre que es valiente y leal mira a la muerte directamente a la cara, como unos cazadores de rinocerontes que conozco o Belmonte, quien es realmente valiente... Es porque aman lo suficiente como para sacar eso de su mente... Hasta que regresa como lo hace con todos los hombres. Y entonces tienes que hacer el amor bien de nuevo".  — Ernest Hemingway. (Midnight in Paris).

domingo, 18 de agosto de 2013

Melpómene

Cuatro mujeres que vivían en Atenas intentaban seguir las leyes que la Polis dictaba, pero no lo soportaron más. En secreto se reunían en el Gineceo de cada una, turnándose, mientras que sus maridos se reunían junto a otros hombres a charlar sobre filosofía y política. Sus nombres eran Melpómene, Urania, Calíope y Polimnia, y al igual que guardaban el secreto de que se reunían, también dejaban para su intimidad sus opiniones e ideales, muy diferentes a las del resto de los ciudadanos de la comunidad. Una de ellas, Melpómene, amaba escribir. Su sueño más grande era que todos conocieran y respetaran su trabajo y, mejor aún, que hubieran personas que pensaran lo mismo pero que tenían miedo a decirlo. Urania era la fanática del sexo, y su marido en secreto también. Lo hacían prácticamente cada noche, y al día siguiente le contaba a sus amigas alguna nueva anécdota, posición, si llegó al orgasmo o no, etc. Y cuando el marido llegaba cansado y aparentemente manipulado por los demás machistas compañeros, no le quedaba más que una técnica que ella sola descubrió: tocarse su parte íntima. Dicha técnica lo compartió con sus amigas y ellas, menos Polimnia, lo aprobaron, lo hicieron, y al día siguiente contaron qué sintieron. Calíope era la de opiniones duras: cuando opinaba que era así, era así y se acabó. No tenía pelos en la lengua. Decía lo que pensaba. Y por último, Polimnia: la más convencional. Ella era la única de las cuatro que le gustaba un poco la idea de que toda mujer tenía que casarse, tener hijos y en conclusión, tener una familia. Pero sufría en ocasiones porque su marido no le prestaba mucha atención. Las cuatro eran amantes de la moda. Ellas mismas cocían la mayoría de sus ropas, y competían inocentemente de quien llevaba el mejor atuendo.

Un día estaban sentadas alrededor de una mesa, escuchando el último escrito que Melpómene había redactado:
“Sentía su cuerpo muy cerca del mío, sus labios ligeramente abiertos anhelando un beso, su desnudez inmaculada se mostraba ante mí perfecta y sensual. Sentía su respiración acelerarse al igual que los latidos de su corazón. Mi cuerpo caliente al igual que mi alma, la querían poseer; que fuese completamente mía.La tomé entre mis brazos y la besé con una pasión desesperada, sintiendo así su desnudez y su calor.Comencé a acariciarla, no sólo acariciaba su cuerpo sino también cada fragmento de su alma. También le proporcionaba besos a sus ardientes caderas, sus senos rosados, su cómodo pecho, sus piernas suaves, sus brazos delicados...Ella me recorría con sus labios perfectos, acariciando mi espalda, mi abdomen, besándome con ternura. Ambos nos entregamos ciegamente a la locura del amor en aquella cálida noche de y cuando pensamos que moriríamos de éxtasis y placer en aquel ritual sensual, caímos  uno al lado del otro, victimas del cansancio y del amor desesperado.La atraje junto a mí y me acurruqué en su pecho, inhalando su delicado aroma.Al despertar la encontré durmiendo plácidamente, delicada y adorable, bajo las mantas de seda. Cuando abrió sus ojos azules me descubrió mirándola y me sonrió; sin decir una palabra, ambos nos dimos cuenta de que era hora de volver a hacer el amor.”

Las otras tres aplaudieron, enamoradas de cada palabra que acababan de escuchar. Melpómene sonrojada, les agradeció. Entonces, a Urania se le ocurrió algo: escribir varias copias de tal escrito y colocarlas en la calle con su inicial (M.) como firma. Ellas se vieron unas a las otras, encantadas de tal idea. Así que ese día y el siguiente lo dedicaron a escribir y escribir copias de “Mi Hedoné inmaculada”.

Al otro día, salieron a la calle con la excusa de que iban a cumplir funciones religiosas. Se llevaron las copias y se las fueron entregando a otras mujeres, pero aun así, les sobraron. Fueron separadas a colocarlas en bancos, mesas, etc. Y después se volvieron a encontrar en el Gineceo de Polimnia. Se rieron por lo que acabaron de hacer, y como ya era tarde, se despidieron y una a una fue saliendo de la casa de la amiga.

Melpómene llegó a su casa con el corazón agitado que, aunque no tenía su nombre completo como firma en su escrito y no le iban a dar el mérito (pero era mejor así porque si no se arriesgaría), significaba que al menos una persona fuera de sus tres amigas leería sus palabras.

Al día siguiente estaban reunidas en la casa de Melpómene. Fue la primera reunión intensa que tuvieron desde que Urania y Polimnia discutieron. Hablaban de unas cosas, pero al final terminaban hablando de las copias de “Mi Hedoné inmaculada”. Transcurrió la tarde, las chicas se fueron, y ella quedó sola con los sirvientes.

  —No es que estaba esperando algo, que todo el mundo hablara de ese o esa tal M., pero el hecho de no recibir nada me sorprendió— Pensó.

Pero cuando llegó su marido, todo cambió. Le empezó a contar que toda Atenas estaba enamorada de un pequeño escrito de un tal M.:

  —Ese tal M. es un genio. Cuando escuché que alguien había escrito un pequeño pero grandioso texto, no me importó mucho, de hecho, pensé que era cualquier cosa, pero estaba equivocado: lo leí y quedé tan enamorado de esas palabras. Ahora caigo en la desesperación, tantos hombres que veo allá afuera y no sé quién es “M.”. Me encantaría saberlo. ¿Cómo me vería yo siendo el mejor amigo de él? Discutiríamos de filosofía, y hasta imagínate que pida mi opinión para sus próximos escritos. Pero más que “Mi Hedoné inmaculada”, creo que el hecho de que sea anónimo es lo que nos tiene locos a todos los atenienses. Ten, léelo. Yo me iré a escribir. ¡Quedé tan inspirado!— Le contó.

Ella lo leyó como si realmente fuera un escrito de alguien más. Y no podía esperar para contárselo a sus amigas. Así que al día siguiente, en la casa de Calíope, ella llegó agitada a contarles. Las otras tres ya estaban sentadas y cuando la vieron, gritaron de la emoción. Melpómene también gritó. Se sentó, y les contó lo que su esposo le dijo la noche pasada.

  —Y me lo dio para leerlo, como si yo no tuviera idea— Se rio. —Si él supiera la verdad. Me encantaría verle la cara. Hasta admitió que quedó inspirado y se fue a escribir. ¡Imagínense! El hombre que no admite inspirarse de algún otro escrito, de otro filósofo, que todas las ideas y momentos de inspiración le llegan solo… ¡dijo que se inspiró en M.!—.
  —Qué bien amiga, demostraste en secreto el poder femenino. Nosotras sí podemos hacer mejores cosas que los hombres. Él admitió que se inspiró de ese escrito, de aquel escritor, sin saber que es una mujer, y mucho mejor que eres tú— dijo Urania.
  —Impresionante— dijo Calíope.
  —Totalmente— comentó Polimnia.
  —Ahora debería trabajar en otro escrito. ¿No les parece? — todas asintieron. —Pero… ¿de qué? Me gustaría escribir sobre una situación actual. Saben, otro revuelo, y así empezar a sembrar mi sueño de que todos lean mis pensamientos y que aquellas personas que opinan lo mismo pero tienen miedo de decirlo se identifiquen.
  —Puede ser— dijo Calíope. —Pero para no ganarte el odio de los atenientes, puedes escribir sobre otra Polis. ¿Qué tal sobre Esparta? ¿Vieron lo que le hacen a esos pobres niños que nacen con algún problema? ¡Es horrible!—.
  —Sí, sé sobre eso. Escuché a mi esposo decir que los abandonaban en montañas o en el campo hasta que se muriesen o fueran devorados por algún animal salvaje. ¡Terrible!— dijo Melpómene.
  —Pues ahí tienes tu escrito amiga: “Esparta: ¿una Polis o el mismo infierno?”— dijo Urania.

Melpómene se fue a su casa al finalizar la reunión pensando en lo que escribiría. Y así estuvo toda la noche: pensando. Y a la mañana siguiente, en casa de Polimnia, plasmó todo lo que había pensado. Al terminar, se lo leyó a sus amigas:

  —En la terrible y rígida comunidad (si es que se le puede llamar así) de Esparta, no aceptan los sentimientos. Ya sabemos por qué son tan buenos militares: ejercitan sólo el cuerpo y no la inteligencia. Desde que nacen, los crían como muñecos manipulados. Pero, ¿ustedes saben la realidad? ¿La horrible realidad? Si un bebé es rechazado en Atenas, el padre lo expone en un sitio público, y alguien lo coge por compasión, para aceptarlo en su familia o para criarlo como esclavo de la familia. Pero en Esparta, los abandonan en montañas o en el campo hasta que se mueran. ¿Eso lo permitiríamos nosotros los atenienses? ¡Claro que no! La idea y obligación principal es tener hijos para mantener y seguir la especie de la familia, para que celebren el ritual de muerte de su padre y para que le sustituyan después de morir. Todo esto es necesario para que todos podamos vivir felices después de la muerte. Y es entonces cuando no puedo evitar preguntarme: Esparta, ¿una Polis o el mismo infierno?

M. —.
Ellas le aplaudieron.

  —Me encanta— dijo Urania.
  —A mí también— dijo Calíope.
  —Es fantástico— dijo Polimnia.

Y empezaron a escribir las copias. Las hicieron en lo que quedaba de tarde y al día siguiente. Y cuando las tenían listas, cada una se fue a su casa y esperaron al próximo amanecer para reunirse y entregar las copias. Esta vez lo hicieron con más cuidado pues no querían quedar como sospechosas. Cuando ya habían terminado, cada una se fue a su casa con la expectativa de que algo diferente pasara al día siguiente.

Y así fue. Al finalizar la tarde, cuando el marido de Melpómene apareció, ella se enteró de todo:

  —Qué escándalo aquel nuevo escrito de “M.”. Hoy lo leí y puedo jurar que fui uno de los primeros que lo leyó. “Esparta: ¿una Polis o el mismo infierno?”. ¡Grandioso escrito! Le mando mis felicitaciones a “M.” a través de los dioses. ¡Si tan sólo lo conociera! Y opino que este nuevo escrito será aplaudido por todos los atenientes. Después de todo el esfuerzo para recuperar nuestro estado después de la Guerra, es hora de leer algo que nos haga reír por aquella sociedad ignorante pero que también nos haga sentir superiores pues nosotros no pensamos de esa rebajada manera—.

Cuando amaneció, las chicas se reunieron en el Gineceo de Melpómene. Esta les contó todo lo que su marido dijo.

  —Y así como escuchan chicas, parece que a toda Atenas le encantó el escrito—.
  —De nuevo felicidades, querida. Ya te había dicho yo que tienes talento— le dijo Calíope.

Melpómene sonrió, y el día siguió normalmente: hablando de esto y de aquello, riendo y contando anécdotas.

Pero había algo que ellas y todo el estado ignoraba: el escrito se había corrido hasta llegar a las Polis que rodeaban Atenas. Y siguió corriéndose, hasta llegar a Esparta. Los reyes al enterarse, entraron en un estado de cólera tal, que sentenciaron la destrucción total de Atenas. ¿Cómo iban a burlarse de su sociedad? Y anunciaron que tres mil hombres espartanos iban a ir de sorpresa a destruir aquel estado. Todos se prepararon, e iniciaron el viaje.

Mientras estos andaban, las otras Polis iban enterándose. Y así como el escrito de M. llegó a Esparta, el plan de Guerra que estos cumplirían se corrió a Atenas. Y el gobernante de aquel momento, asustado y sorprendido, mandó a comprar Hoplitas para combatir a favor de la Polis. Se reunieron mil hoplitēs, y estos esperaban a los militares espartanos en la entrada de Atenas.

Melpómene, Urania, Calíope y Polimnia entraron en crisis, sobre todo la primera. El esposo de ella ya no apoyaba a “M.”, de hecho, ninguno de los que antes se enamoraron de sus palabras lo apoyaba. Parece que todos se olvidaron de que en algún momento sintieron admiración por él o ella.
  —Ahora, por culpa de M., Atenas se convertirá en ruinas. Y esto no es permitido, ¡claro que no! Esto no es Areté, M. no es perfección— se decían los atenienses unos a los otros.
  —Por culpa de él, ahora Atenas está de nuevo en peligro. Sabemos cómo son las cosas: los espartanos terminarán destruyéndonos—.

En una de las reuniones, en casa de Urania, Melpómene lloró de tal manera que sintió que jamás dejaría de hacerlo. Las amigas le acariciaban el cabello y la espalda, diciéndole frases para ayudarla.
  —Cariño, tú no sabías que esto pasaría. No es tu culpa— le decía Urania.

Pero nada podía hacerla sentir mejor. Estar con sus amigas, escribir y leer era lo único que la distraía un poco. El resto, nada. Le tenía miedo a la soledad. Sentía que había acabado con su Polis. Morirían personas, familias quedarían incompletas y se destruirían edificios por su culpa.

Y así pasaron los días, hasta que los espartanos llegaron a Atenas. Sin detenerse, fueron y atacaron sin piedad. Lo que se dictó fue claro: “destruyan Atenas”. Melpómene entró en una depresión tan grande, que veía la muerte como su única salvación.

Como había previsto su marido, Atenas iba perdiendo. Algunos Hoplitas se retiraron, y ya quedaban muy pocos. Muchas estructuras se habían convertido en escombros, incluyendo oikos. Como había pensado, varias familias quedaron incompletas. Algunos maridos dieron su vida por su Polis. Y las horas continuaban, pero parecía que Atenas no.

Al día siguiente de que comenzó la guerra, Urania, Calíope y Polimnia la visitaron. La encontraron sentada en su Gineceo, callada y viendo el suelo. Se acercaron a ella.
  — ¿Qué piensas cariño?— le preguntó Polimnia.
Melpómene respiró hondo, pero no respondió. Sus amigas se quedaron calladas viéndola y viéndose a sí mismas, hasta que les sorprendió la voz de su amiga.
  —Aunque estaba en contra del sistema, no quería que destruyeran mi estado. Mi bella comunidad, tanto que le costó recuperarse. Tantos hombres han muerto en pocas horas, tantas familias que han quedado con espacios vacíos, todo por mi culpa. Es increíble lo que unas pocas palabras pueden hacer. Yo me pregunto, ¿por qué reaccionan cuando se trata de algo que tenga que ver con guerra, con matanza, con beneficio propio? ¿Por qué las personas no actúan igual cuando se trata de igualdad, de amor, de respeto, de cariño, de sabiduría, de unión? ¿Qué pasa que no hay un verdadero avance? Pero más que luchar por mis ideales, tengo que pagar lo que hice. Pero me iré de este mundo siendo yo. No me arrepiento de lo que escribí, de lo que pienso. Porque no hay peor muerte que morir siendo alguien que realmente no eres. Adiós amigas, no tienen idea del agradecimiento tan grande que siento por haberlas conocido. Las quiero. Y por favor, no me detengan—.

Dicho eso, se levantó y caminó hacia la puerta de la casa. Sus amigas, desconcertadas, la persiguieron llamándola:
  —Melpómene, ¿a dónde vas? ¡Vuelve!—, gritó Calíope.

Pero Melpómene seguía caminando. No dejaban de seguirla, cuidándola. Ningún guerrero hizo caso de ellas, todos estaban ocupados con sus enemigos. Y siguieron caminando, hasta llegar al Ágora, donde más intensa estaba la disputa. Melpómene se detuvo, dio un lento y profundo suspiro, se secó una lágrima, y gritó como nunca lo había hecho. Todos los que se encontraban a su alrededor se detuvieron, impactados.
  — ¡Detengan la guerra! — gritó Melpómene.

Todos fueron hacia ella, algunos con intención de matarla sin compasión para seguir con la destrucción de Atenas. Sus amigas dándose cuenta de eso, se colocaron delante de ellas y Urania gritó:
  —Si la van a matar, nos matan a nosotras tres también—.
Los demás que estaban regados por la Polis se iban dando cuenta de que sus compañeros dejaban de pelear y se dirigían al Ágora, así que ellos hicieron lo mismo (algunos aprovechando la distracción del otro para matarlo) hasta que todos los guerreros se encontraban alrededor de las cuatro amigas.
  —Hay algo que tienen que saber—. Gritó Melpómene. — Ustedes los espartanos se enteraron de que aquí en Atenas estaban burlándose de su sociedad, pues así fue. Pero no fue Atenas, fui yo. Yo soy quien escribió aquel texto, yo soy “M.”—. Todos se miraron. Hubo un encuentro de sentimientos en los atenienses: molestos con Melpómene y a la vez sorprendidos por quien había escrito aquellos dos increíbles textos—. Moriré por culpa de sus mentalidades, porque ustedes no aceptan una mente diferente. Todo tiene que ser igual, según ustedes todos tenemos que tener los mismos pensamientos. Pues se equivocan, todos somos diferentes. Pensamos y sentimos diferentes a los demás. Y así, con respeto, es que se logra la civilización. Y ahora moriré, seré castigada severamente por mis palabras, por creer en mis ideales. Pero prefiero morir, que ver a mi comunidad caer así. Pero que una cosa les quede claro, moriré siendo yo. Porque hasta mi último suspiro de vida seguiré creyendo en que las mujeres no deben limitarse a estar en el dominio familiar. ¡Las mujeres merecemos estar en la calle, compartiendo con amigas escritos, lecturas y opiniones! ¡Nosotras tenemos la capacidad suficiente para hablar con sabiduría y entablar temas como la filosofía y la política! ¡Ustedes los hombres son las mentes cerradas! Y para que se den cuenta… ¡Fue una mujer la que causó todo esto! ¡Fue una mujer la que inspiró a muchos hombres! Seguiré pensando que debemos enamorarnos, debemos tener a esa persona que nos cuide de verdad, que nos ame en la salud y en la enfermedad. Y escuchen bien esto espartanos, hasta mi último suspiro de vida seguiré creyendo firmemente que su comunidad es un desastre total—.

Y fue justo en este momento que la espada de un espartano se introdujo en el cuerpo de Melpómene. Urania, Calíope y Polimnia se agarraron las manos, las subieron y gritaron:
— ¡Por Melpómene! —. Siendo sus últimas palabras de vida. Y como ya la causante de aquella guerra murió, los militares de Esparta dieron fin a la disputa y se retiraron a su Polis. Y Atenas quedó destruida, pero no por todo lo que la guerra se llevó, sino porque murió una valiente mujer que defendió sus ideales hasta la muerte.

Créditos a mi amiga Gabriela Gonzalez Pena por “Mi Hedoné inmaculada”, título original “Mi Venus inmaculada”.

Wallflower.

miércoles, 14 de agosto de 2013

La vida sin las mentiras, ¿Sería posible?

Quiero que al leer esta entrada, imagínense, queridos lectores, que vivimos en un mundo en el cual no existen las mentiras. Recordemos que en la sociedad se considera una virtud el ser honesto y ciertamente la mayoría de nosotros pensamos en la honestidad como algo bueno. Sin embargo, aprovechando nuestra inclinación por la verdad, hay que admitir que no siempre la decimos.

Ahora sabiendo esto, hagamos el ejercicio mental: Primero que nada no podría existir la política, pues ya todos sabríamos las verdaderas intenciones de los políticos y le puedo asegurar que la mayoría de ellas no son buenas. Probablemente no podríamos trabajar, ni estudiar, pues cada vez que faltásemos a un examen o a un día laboral no por enfermedad o diligencias sino por placer, nuestros respectivos jefes/profesores/superiores lo sabrían. En fin, se podría decir que si no pudiéramos decir mentiras no sería posible la existencia de la sociedad como la conocemos. 

Imagínense que les hacen esas típicas preguntas incómodas en las que usualmente debes mentir.

-¿En qué estás pensando, que andas tan distraído/a?
-Sexo.

-¿Cómo me queda esta camisa?
-Te ves asquerosa.

-¿Me quieres?
-Te quiero coger.

-¿Estarás ocupada/o el fin de semana?
-Para ti, ¡Siempre!

-¿Y qué hiciste ayer en la tarde?
-Estaba teniendo sexo.

-¿Por qué no quieres salir conmigo?
-¿Acaso no te has visto en un espejo? ¡Eres horrorosa/o!

-¿Por qué pones esa cara?
-Es que tienes un aliento de perros.

-¡¿Quién se tiró ese?!
-¡Fui yo! ¡Fui yo!

-¿Crees que soy bonita?
-He visto mejores.

-¿Qué estás mirando?
-Tus tetas.

-¿Tendrías algo sexual con tus amigos?
-¡Pero si ya lo he tenido! 

-Te presento a mi novio/a
-Está como para darle.

-¿Me quieres aunque sea un poquito?
-No.

-¿Qué harás mañana en la noche?
-Tendré sexo.

-¿Qué quieres hacer?
-¡SEXO!

¿Qué es lo más importante para ti?
-El dinero.

-¿Me ayudas con mi tarea?
-No, lo lamento pero eres bien bruta/o. No hay mucho que hacer por ti. 

-¿Qué es lo que quieres de mi?
-¿No te lo he dicho ya mil veces? ¡SEXO!

En fin, algo así sería nuestra vida si no pudiéramos decir mentiras. Claro que siempre están las personalidades sarcásticas o los amigos con los que tienes una confianza absoluta y pueden hablar así entre ustedes. Sin embargo si estas preguntas se las hiciera algún familiar o alguna persona que estas conociendo apenas... Realmente sería algo terrible decir la verdad en su totalidad. Por eso y sin mas que agregar, hay que agradecer que podemos decir mentiras y que las personas pueden seguir pensando que eres amigable, dulce e inocente. 

Boucless. 






lunes, 12 de agosto de 2013

Un piano de leyenda. (¿Seguro?)

"Yo no quiero mirar lo que he mirado
                                        a través del cristal de la experiencia,                                                  el mundo es un mercado en que se compra
amor, voluntad y conciencia."...

"La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien tallado."...

"Cuándo veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.

Porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.

Y si tengo la palabra tosca,
en estas lineas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre."

Ramón Ortega, Verdades Amargas.

Como nos dice Ortega en este poema, "Yo no quiero mirar lo que he mirado a través del cristal de la experiencia"

El pasado Sábado 10 de agosto del 2013, mi querido y gran amigo Carlos Seijas y yo decidimos asistir a un concierto de piano junto con mi musical papá y mi hermana menor. El concierto tendría lugar en el Teatro Teresa Carreño a las cinco de la tarde. La actividad llamada "Un piano de Leyenda" se realizaría en la sala José Felix Ribas. Eran varias presentaciones que se llevarían a cabo los días Viernes, Sábado y Domingo primera función a las 11 de la mañana y segunda función a las 5 de la tarde. Al llegar al teatro nos dimos cuenta de cómo había cambiado este desde que cayó en manos del gobierno; en la entrada, anuncios y carteles de gran tamaño en conmemoración del líder socialista fallecido, en el fondo del teatro se realizaba a su vez una actividad gratuita para el público en donde se podía apreciar una gran falta de profesionalismo y desorden. En la librería del Teatro sólo podíamos encontrar libros que hablaran de la renombrada revolución (termino mal empleado pues las revoluciones nunca duran 14 años), de la vida y obra de nuestro libertador, obras socialistas y afiches de Ernesto Guevara.
Mi amigo y yo salimos decepcionados de la librería, pero no dejamos que estos acontecimientos nos apagaran las ganas de oír buena música y de apreciar el talento venezolano.

Antes de empezar la función se oye una voz masculina diciendo claramente: Por favor apagar los teléfonos celulares o colocarlos en modo silencioso.

A penas empieza la función comienzan a sonar los celulares, hay niños pequeños gritando y molestando, (sin mencionar las dificultades que tuvimos para ubicar los asientos por la falta de organización) personas hablando entre pieza y pieza. Y para empeorar la situación, las personas no sabían cuando aplaudir y varias veces interrumpían a los pianistas antes de que terminaran de tocar.
 A pesar de las circunstancias, Carlos y yo disfrutamos mucho el concierto. 

Al día siguiente (Domingo 11 de agosto) mi papá asistió al concierto respectivo de las 11 de la mañana. Nos cuenta que salió de este muy decepcionado pues el ambiente donde se había llevado a cabo la actividad cultural fue muy tenso. Nos contó que Carlos Urbaneja, pianista venezolano de gran trayectoria musical, fue interrumpido por el sonido estridente de un celular que sonó tan fuerte que desconcentró al músico a tal punto que, molesto e indignado, se levantó del piano y abandonó el escenario.

Pero esta pequeña escena no es nada comparado con lo que narraré a continuación.

Ese mismo Domingo se llevó a cabo el concierto de clausura a las 5 de la tarde y mientras que Clara Rodriguez realizaba su exquisita presentación en el piano, no se sabe como pero obviamente gracias a la falta de seguridad, subió al escenario un hombre borracho quien tuvo acceso a este por la entrada de los camerinos. El hombre se tambaleaba y bailaba al lado de la pianista, quien aterrada abandonó el escenario.

Al fin actuan los guardias de seguridad y se llevan en brazos al ebrio. Mientras que esto ocurria, una persona del público se montó en el escenario brincando la muralla que hace la división entre la audiencia y el artista y gritó contento: ¡Ahora voy a tocar yo!
Este sujeto comenzó a "jurungar" el piano sin ningún cuidado, haciendose pasar por los pianistas que se presentaron aquel día.
La guardia también se lo llevó minutos después.

Yo necesitaba narrar lo acontecido en ese teatro, no podía quedarme callada. Espero que muchos tengan la oportunidad de leer esto y sepan en qué estado se encuentra nuestro país. Recuerdo que la frase de mi tesis de grado fue "Sin cultura no puede existir un país". 
Así cuidan nuestros museos, nuestras librerías y así respetan a nuestros artistas (quienes nos representan a nivel mundial) El actual gobierno venezolano es un reflejo de la gente que habita estas tierras. Disfrazan su mediocridad llamándola socialismo. No hay respeto por el arte ni por la música, la ignorancia abunda y los valores humanos se ven poco.


Como dice el poema, yo no pienso callar pues "ceñida a la verdad estoy" y poco me importa si estas palabras molestan a alguien. Todavía soy libre de expresarme, y así lo haré mientras viva. 

Boucless.

Amar con dedicación.

Dedicado a todas las personas que aman con dedicación, entre ellas mis amigos Gabriela, Katherine y Cristhian.
No apto para filofóbicos.

Encendí mi cigarro y fui al balcón. Era de noche. Mientras lo consumía, pensé como siempre en el amor y en la vida. Empecé a buscar temas para mi próximo escrito, pero entonces pensé que no hacía falta buscarlo, porque llegaría solo. Y decidí darle un descanso a mi mente: detener mi vida por unos minutos y pensar en lo que realmente soy. Y de eso escribiré, de lo que soy.

Desde que nací, he amado a Dios, a las personas y a las cosas. Desde pequeño amo con dedicación, y cada día fue aumentando ese sentimiento. Y ahora lo hago mucho más, siéndole fiel a lo que decido amar. He amado con locura y frustración a dos chicas en mi vida, dándole todo lo que puedo. Les daba noches sin dormir, canciones, lecturas, escritos, energías y tiempo. Llegaba al punto de sentirme vulnerable ante ellas. Creo que sentir el dolor de que no me amarían como yo lo hacía me obsesionaba más, y terminaba perdidamente enamorado. Entonces recuerdo un escrito que me pasó un amigo, que dice:

"La quise de una manera tal, como para acostarme junto a ella en el sofá, enredar mis manos en su alrededor y dormir. No para tirar salvajemente, como en esas películas. Inclusive, ni siquiera para tener sexo. Sólo dormir juntos en el más inocente sentido de la palabra. Pero yo no tenía el valor y ella tenía un novio y yo era demasiado regular y ella era demasiado hermosa y yo era desesperadamente aburrido y ella era infinitamente fascinante. Así que opté por caminar de vuelta a mi habitación y colapsar en mi cama, pensando en la posibilidad de que si las personas fueran lluvia, yo sería llovizna y ella huracanes."

Entonces pienso: ¿acaso esa persona se toma el tiempo de pensar lo que realmente siento? ¿Lo que realmente, realmente siento? ¿Me explico? No me refiero al amor solamente, sino a esa dedicación extrema que doy. Y si lo hiciera, ¿se enamoraría de mí al darse cuenta del tiempo que le dedico? ¿De eso de lo que hablo: de lo que realmente, realmente siento? Es que es algo tan grande, tan imposible de explicar. Ese sentimiento de posesión que uno siente, de tenerla en los brazos, de ser mi primera prioridad y yo la suya, de poseerla agarrándole las piernas y sintiendo su ser, de reírnos acostados en la cama. No sé si me explico, espero que sí. Pero como ya muchos sabemos, el amor es un tema muy complejo y complicado, así que hago lo mejor para que se entienda.

Pensé también en todo lo que uno es capaz para conquistar a esa persona. Somos capaces de mentir y herir. Tenemos una fuerza enorme para seguir escribiéndole y hablándole aunque nos sintamos humillados. Y esto, justamente es esto a lo que me refiero en el párrafo anterior: todo lo que somos capaces de hacer, ¿acaso esas personas no se toman el tiempo de pensar realmente lo que sentimos y lo que haríamos por ellas? Como dice la hermosa canción de Bob Dylan, "Make You Feel My Love" (aunque la única versión que he escuchado es la de la talentosa Adele): "Pasaré hambre, pasaré todas las penurias. Recorreré las calles de rodillas. No hay nada que yo no hiciera, para hacerte sentir mi amor." También dice: "No hay nada que yo no hiciera. Iría al fin del mundo por ti. Te haría feliz, haría todos tus sueños realidad. Para hacerte sentir mi amor".

Le pregunté a una amiga qué era para ella amar con dedicación, y mientras me respondía, entre los dos llegamos a esta conclusión: Amar con dedicación está más allá de lo material y de las palabras, mucho más allá de las promesas. Amar con dedicación es hacer sentir a esa persona segura de que está en buenas y calientes manos que la harán sentir amada y protegida. Cuando se llega a esa seguridad, estando con esa persona, hay algo en el lugar que los hace sentir tranquilos y seguros. Es un sentimiento de paz, de sentir que ya no estás perdido en un mundo tan grande y tan lleno de muy diferentes y misteriosas personas. Sientes que todo tiene sentido y cada cosa y persona están en los lugares indicados. Te sientes completamente vivo, y no hay ser más hermoso que el que tienes frente a ti. Eso es amar con dedicación, bueno, para mí y para mi amiga.

No es curioso que haya querido hablar sobre mí y termine hablando sobre el amor. Si me preguntan cuál es mi palabra, como se lo hicieron a Elizabeth Gilbert en Eat, Pray, Love, respondería “amor” (y también diría “ambición” y “pasión”). Justo como dice mi frase favorita, escrita por Candace Bushnell para el magnífico personaje de Carrie Bradshaw: “Soy alguien que busca amor. Amor verdadero, ridículo, inconveniente, dedicado, un amor que no deje vivir al uno sin el otro.”

Wallflower.