Entre tantas funciones que dependen de una variable, entre polinomios de grados decrecientes, llegando a cero, ese numero tan definitivo, pero a la vez tan "nulo". No es tomado mucho en cuenta, pero es el eje del universo, de todo, el cero es principio, y es final también.
Ahí estaba yo, hallando transformadas, convirtiendo el tiempo en frecuencia, cuando oí a mi profesor decir que existían las "medias derivadas", que no solo se trataba de números naturales, perplejo, me quede analizando aquel termino. No lector, no te embriagaré de números ni de constantes, más si tratare de "derivar" el asunto.
¿Que relación hay entre el cero y aquella "media derivada"? Ninguna realmente. Un capricho de tantos, que albergo como excentricidad mía.
Ahora, olviden por un momento la derivada, y piensen en la "media". Si, la mitad, la fracción, la porción restante o sobrante que anhela ser entera, ¿no somos nosotros así? ¿fraccionarios acaso? Mi soledad puede considerarse enteramente mía, pero no es única, es compartida por muchos, por una humanidad, dividida entre todos sus habitantes, un numero bastante pequeño, a mi parecer(me evito cálculos, para no caer en lo numérica que es mi vida). Imaginen cuan pequeña es nuestra soledad, comparada con todo un universo ¿te hace sentir pequeño? Quizá lo seas, quizá todos lo somos, somos una fracción de mundo, de galaxia, de un todo, fracciones...
¿Podemos complementarnos? Puede ser, siempre y cuando halles esa otra fracción que completa la pequeña parte de "todo", que representas. No siempre será enteramente complementaria, pero siempre la puedes redondear, hacerla entera, enteramente tuya. Pero siempre redondea hacia arriba, no reduzcas a tu complemento, hazlo más grande, en la medida en que crezca ese complemento, decrecerá esa soledad de tu porción. Haras de esa media derivada, una derivada completa.
"Tú, yo, todos nosotros, podemos ser enteramente nuestros."
Riccio
miércoles, 28 de agosto de 2013
lunes, 26 de agosto de 2013
"Creo que el amor verdadero crea un refugio ante la muerte. Toda cobardía viene de no amar o de no amar bien, que es lo mismo. Y cuando un hombre que es valiente y leal mira a la muerte directamente a la cara, como unos cazadores de rinocerontes que conozco o Belmonte, quien es realmente valiente... Es porque aman lo suficiente como para sacar eso de su mente... Hasta que regresa como lo hace con todos los hombres. Y entonces tienes que hacer el amor bien de nuevo". — Ernest Hemingway. (Midnight in Paris).
domingo, 18 de agosto de 2013
Melpómene
Cuatro mujeres que vivían en Atenas
intentaban seguir las leyes que la Polis dictaba, pero no lo soportaron más. En
secreto se reunían en el Gineceo de cada una, turnándose, mientras que sus
maridos se reunían junto a otros hombres a charlar sobre filosofía y política. Sus
nombres eran Melpómene, Urania, Calíope y Polimnia, y al igual que guardaban el
secreto de que se reunían, también dejaban para su intimidad sus opiniones e
ideales, muy diferentes a las del resto de los ciudadanos de la comunidad. Una
de ellas, Melpómene, amaba escribir. Su sueño más grande era que todos
conocieran y respetaran su trabajo y, mejor aún, que hubieran personas que
pensaran lo mismo pero que tenían miedo a decirlo. Urania era la fanática del
sexo, y su marido en secreto también. Lo hacían prácticamente cada noche, y al
día siguiente le contaba a sus amigas alguna nueva anécdota, posición, si llegó
al orgasmo o no, etc. Y cuando el marido llegaba cansado y aparentemente
manipulado por los demás machistas compañeros, no le quedaba más que una
técnica que ella sola descubrió: tocarse su parte íntima. Dicha técnica lo
compartió con sus amigas y ellas, menos Polimnia, lo aprobaron, lo hicieron, y
al día siguiente contaron qué sintieron. Calíope era la de opiniones duras:
cuando opinaba que era así, era así y se acabó. No tenía pelos en la lengua.
Decía lo que pensaba. Y por último, Polimnia: la más convencional. Ella era la
única de las cuatro que le gustaba un poco la idea de que toda mujer tenía que
casarse, tener hijos y en conclusión, tener una familia. Pero sufría en ocasiones
porque su marido no le prestaba mucha atención. Las cuatro eran amantes de la
moda. Ellas mismas cocían la mayoría de sus ropas, y competían inocentemente de
quien llevaba el mejor atuendo.
Un día estaban sentadas alrededor de una
mesa, escuchando el último escrito que Melpómene había redactado:
“Sentía su cuerpo muy cerca del mío, sus labios ligeramente abiertos anhelando un beso, su desnudez inmaculada se mostraba ante mí perfecta y sensual. Sentía su respiración acelerarse al igual que los latidos de su corazón. Mi cuerpo caliente al igual que mi alma, la querían poseer; que fuese completamente mía.La tomé entre mis brazos y la besé con una pasión desesperada, sintiendo así su desnudez y su calor.Comencé a acariciarla, no sólo acariciaba su cuerpo sino también cada fragmento de su alma. También le proporcionaba besos a sus ardientes caderas, sus senos rosados, su cómodo pecho, sus piernas suaves, sus brazos delicados...Ella me recorría con sus labios perfectos, acariciando mi espalda, mi abdomen, besándome con ternura. Ambos nos entregamos ciegamente a la locura del amor en aquella cálida noche de y cuando pensamos que moriríamos de éxtasis y placer en aquel ritual sensual, caímos uno al lado del otro, victimas del cansancio y del amor desesperado.La atraje junto a mí y me acurruqué en su pecho, inhalando su delicado aroma.Al despertar la encontré durmiendo plácidamente, delicada y adorable, bajo las mantas de seda. Cuando abrió sus ojos azules me descubrió mirándola y me sonrió; sin decir una palabra, ambos nos dimos cuenta de que era hora de volver a hacer el amor.”
Las otras
tres aplaudieron, enamoradas de cada palabra que acababan de escuchar. Melpómene
sonrojada, les agradeció. Entonces, a Urania se le ocurrió algo: escribir
varias copias de tal escrito y colocarlas en la calle con su inicial (M.) como
firma. Ellas se vieron unas a las otras, encantadas de tal idea. Así que ese
día y el siguiente lo dedicaron a escribir y escribir copias de “Mi Hedoné inmaculada”.
Al otro
día, salieron a la calle con la excusa de que iban a cumplir funciones
religiosas. Se llevaron las copias y se las fueron entregando a otras mujeres,
pero aun así, les sobraron. Fueron separadas a colocarlas en bancos, mesas,
etc. Y después se volvieron a encontrar en el Gineceo de Polimnia. Se rieron por
lo que acabaron de hacer, y como ya era tarde, se despidieron y una a una fue
saliendo de la casa de la amiga.
Melpómene llegó a su casa con el corazón
agitado que, aunque no tenía su nombre completo como firma en su escrito y no
le iban a dar el mérito (pero era mejor así porque si no se arriesgaría),
significaba que al menos una persona fuera de sus tres amigas leería sus
palabras.
Al día siguiente estaban reunidas en la
casa de Melpómene. Fue la primera reunión intensa que tuvieron desde que Urania
y Polimnia discutieron. Hablaban de unas cosas, pero al final terminaban
hablando de las copias de “Mi Hedoné inmaculada”. Transcurrió la tarde, las
chicas se fueron, y ella quedó sola con los sirvientes.
—No
es que estaba esperando algo, que todo el mundo hablara de ese o esa tal M.,
pero el hecho de no recibir nada me sorprendió— Pensó.
Pero cuando llegó su marido, todo cambió.
Le empezó a contar que toda Atenas estaba enamorada de un pequeño escrito de un
tal M.:
—Ese
tal M. es un genio. Cuando escuché que alguien había escrito un pequeño pero
grandioso texto, no me importó mucho, de hecho, pensé que era cualquier cosa,
pero estaba equivocado: lo leí y quedé tan enamorado de esas palabras. Ahora
caigo en la desesperación, tantos hombres que veo allá afuera y no sé quién es “M.”.
Me encantaría saberlo. ¿Cómo me vería yo siendo el mejor amigo de él?
Discutiríamos de filosofía, y hasta imagínate que pida mi opinión para sus
próximos escritos. Pero más que “Mi Hedoné inmaculada”, creo que el hecho de
que sea anónimo es lo que nos tiene locos a todos los atenienses. Ten, léelo.
Yo me iré a escribir. ¡Quedé tan inspirado!— Le contó.
Ella lo leyó como si realmente fuera un
escrito de alguien más. Y no podía esperar para contárselo a sus amigas. Así
que al día siguiente, en la casa de Calíope, ella llegó agitada a contarles.
Las otras tres ya estaban sentadas y cuando la vieron, gritaron de la emoción.
Melpómene también gritó. Se sentó, y les contó lo que su esposo le dijo la
noche pasada.
—Y
me lo dio para leerlo, como si yo no tuviera idea— Se rio. —Si él supiera la
verdad. Me encantaría verle la cara. Hasta admitió que quedó inspirado y se fue
a escribir. ¡Imagínense! El hombre que no admite inspirarse de algún otro
escrito, de otro filósofo, que todas las ideas y momentos de inspiración le
llegan solo… ¡dijo que se inspiró en M.!—.
—Qué
bien amiga, demostraste en secreto el poder femenino. Nosotras sí podemos hacer
mejores cosas que los hombres. Él admitió que se inspiró de ese escrito, de
aquel escritor, sin saber que es una mujer, y mucho mejor que eres tú— dijo
Urania.
—Impresionante— dijo Calíope.
—Totalmente— comentó Polimnia.
—Ahora
debería trabajar en otro escrito. ¿No les parece? — todas asintieron. —Pero…
¿de qué? Me gustaría escribir sobre una situación actual. Saben, otro revuelo,
y así empezar a sembrar mi sueño de que todos lean mis pensamientos y que
aquellas personas que opinan lo mismo pero tienen miedo de decirlo se
identifiquen.
—Puede ser— dijo Calíope. —Pero para no ganarte el odio de los
atenientes, puedes escribir sobre otra Polis. ¿Qué tal sobre Esparta? ¿Vieron
lo que le hacen a esos pobres niños que nacen con algún problema? ¡Es horrible!—.
—Sí,
sé sobre eso. Escuché a mi esposo decir que los abandonaban en montañas o en el
campo hasta que se muriesen o fueran devorados por algún animal salvaje.
¡Terrible!— dijo Melpómene.
—Pues
ahí tienes tu escrito amiga: “Esparta: ¿una Polis o el mismo infierno?”— dijo
Urania.
Melpómene se fue a su casa al finalizar la
reunión pensando en lo que escribiría. Y así estuvo toda la noche: pensando. Y
a la mañana siguiente, en casa de Polimnia, plasmó todo lo que había pensado.
Al terminar, se lo leyó a sus amigas:
—En
la terrible y rígida comunidad (si es que se le puede llamar así) de Esparta,
no aceptan los sentimientos. Ya sabemos por qué son tan buenos militares:
ejercitan sólo el cuerpo y no la inteligencia. Desde que nacen, los crían como
muñecos manipulados. Pero, ¿ustedes saben la realidad? ¿La horrible realidad? Si
un bebé es rechazado en Atenas, el padre lo expone en un sitio público, y
alguien lo coge por compasión, para aceptarlo en su familia o para criarlo como
esclavo de la familia. Pero en Esparta, los abandonan en montañas o en el campo
hasta que se mueran. ¿Eso lo permitiríamos nosotros los atenienses? ¡Claro que
no! La idea y obligación principal es tener hijos para mantener y seguir la
especie de la familia, para que celebren el ritual de muerte de su padre y para
que le sustituyan después de morir. Todo esto es necesario para que todos
podamos vivir felices después de la muerte. Y es entonces cuando no puedo
evitar preguntarme: Esparta, ¿una Polis o el mismo infierno?
M. —.
Ellas le aplaudieron.
—Me
encanta— dijo Urania.
—A
mí también— dijo Calíope.
—Es
fantástico— dijo Polimnia.
Y empezaron a escribir las copias. Las
hicieron en lo que quedaba de tarde y al día siguiente. Y cuando las tenían
listas, cada una se fue a su casa y esperaron al próximo amanecer para reunirse
y entregar las copias. Esta vez lo hicieron con más cuidado pues no querían
quedar como sospechosas. Cuando ya habían terminado, cada una se fue a su casa con
la expectativa de que algo diferente pasara al día siguiente.
Y así fue. Al finalizar la tarde, cuando el
marido de Melpómene apareció, ella se enteró de todo:
—Qué
escándalo aquel nuevo escrito de “M.”. Hoy lo leí y puedo jurar que fui uno de
los primeros que lo leyó. “Esparta: ¿una Polis o el mismo infierno?”.
¡Grandioso escrito! Le mando mis felicitaciones a “M.” a través de los dioses.
¡Si tan sólo lo conociera! Y opino que este nuevo escrito será aplaudido por
todos los atenientes. Después de todo el esfuerzo para recuperar nuestro estado
después de la Guerra, es hora de leer algo que nos haga reír por aquella
sociedad ignorante pero que también nos haga sentir superiores pues nosotros no
pensamos de esa rebajada manera—.
Cuando amaneció, las chicas se reunieron en
el Gineceo de Melpómene. Esta les contó todo lo que su marido dijo.
—Y
así como escuchan chicas, parece que a toda Atenas le encantó el escrito—.
—De
nuevo felicidades, querida. Ya te había dicho yo que tienes talento— le dijo Calíope.
Melpómene sonrió, y el día siguió
normalmente: hablando de esto y de aquello, riendo y contando anécdotas.
Pero había algo que ellas y todo el estado
ignoraba: el escrito se había corrido hasta llegar a las Polis que rodeaban
Atenas. Y siguió corriéndose, hasta llegar a Esparta. Los reyes al enterarse,
entraron en un estado de cólera tal, que sentenciaron la destrucción total de
Atenas. ¿Cómo iban a burlarse de su sociedad? Y anunciaron que tres mil hombres
espartanos iban a ir de sorpresa a destruir aquel estado. Todos se prepararon,
e iniciaron el viaje.
Mientras estos andaban, las otras Polis
iban enterándose. Y así como el escrito de M. llegó a Esparta, el plan de
Guerra que estos cumplirían se corrió a Atenas. Y el gobernante de aquel
momento, asustado y sorprendido, mandó a comprar Hoplitas para combatir a favor
de la Polis. Se reunieron mil hoplitēs, y estos esperaban a los militares
espartanos en la entrada de Atenas.
Melpómene, Urania, Calíope y Polimnia
entraron en crisis, sobre todo la primera. El esposo de ella ya no apoyaba a “M.”,
de hecho, ninguno de los que antes se enamoraron de sus palabras lo apoyaba.
Parece que todos se olvidaron de que en algún momento sintieron admiración por
él o ella.
—Ahora, por culpa de M., Atenas se convertirá en ruinas. Y esto no es
permitido, ¡claro que no! Esto no es Areté, M. no es perfección— se decían los
atenienses unos a los otros.
—Por
culpa de él, ahora Atenas está de nuevo en peligro. Sabemos cómo son las cosas:
los espartanos terminarán destruyéndonos—.
En una de las reuniones, en casa de Urania,
Melpómene lloró de tal manera que sintió que jamás dejaría de hacerlo. Las
amigas le acariciaban el cabello y la espalda, diciéndole frases para ayudarla.
—Cariño,
tú no sabías que esto pasaría. No es tu culpa— le decía Urania.
Pero nada podía hacerla sentir mejor. Estar
con sus amigas, escribir y leer era lo único que la distraía un poco. El resto,
nada. Le tenía miedo a la soledad. Sentía que había acabado con su Polis.
Morirían personas, familias quedarían incompletas y se destruirían edificios
por su culpa.
Y así pasaron los días, hasta que los
espartanos llegaron a Atenas. Sin detenerse, fueron y atacaron sin piedad. Lo
que se dictó fue claro: “destruyan
Atenas”. Melpómene entró en una depresión tan grande, que veía la muerte
como su única salvación.
Como había previsto su marido, Atenas iba
perdiendo. Algunos Hoplitas se retiraron, y ya quedaban muy pocos. Muchas
estructuras se habían convertido en escombros, incluyendo oikos. Como había
pensado, varias familias quedaron incompletas. Algunos maridos dieron su vida
por su Polis. Y las horas continuaban, pero parecía que Atenas no.
Al día siguiente de que comenzó la guerra, Urania,
Calíope y Polimnia la visitaron. La encontraron sentada en su Gineceo, callada
y viendo el suelo. Se acercaron a ella.
— ¿Qué
piensas cariño?— le preguntó Polimnia.
Melpómene respiró hondo, pero no respondió.
Sus amigas se quedaron calladas viéndola y viéndose a sí mismas, hasta que les sorprendió
la voz de su amiga.
—Aunque
estaba en contra del sistema, no quería que destruyeran mi estado. Mi bella
comunidad, tanto que le costó recuperarse. Tantos hombres han muerto en pocas
horas, tantas familias que han quedado con espacios vacíos, todo por mi culpa.
Es increíble lo que unas pocas palabras pueden hacer. Yo me pregunto, ¿por qué reaccionan
cuando se trata de algo que tenga que ver con guerra, con matanza, con
beneficio propio? ¿Por qué las personas no actúan igual cuando se trata de igualdad,
de amor, de respeto, de cariño, de sabiduría, de unión? ¿Qué pasa que no hay un
verdadero avance? Pero más que luchar por mis ideales, tengo que pagar lo que
hice. Pero me iré de este mundo siendo yo. No me arrepiento de lo que escribí,
de lo que pienso. Porque no hay peor muerte que morir siendo alguien que
realmente no eres. Adiós amigas, no tienen idea del agradecimiento tan grande
que siento por haberlas conocido. Las quiero. Y por favor, no me detengan—.
Dicho eso, se levantó y caminó hacia la
puerta de la casa. Sus amigas, desconcertadas, la persiguieron llamándola:
—Melpómene,
¿a dónde vas? ¡Vuelve!—, gritó Calíope.
Pero Melpómene seguía caminando. No dejaban
de seguirla, cuidándola. Ningún guerrero hizo caso de ellas, todos estaban
ocupados con sus enemigos. Y siguieron caminando, hasta llegar al Ágora, donde
más intensa estaba la disputa. Melpómene se detuvo, dio un lento y profundo
suspiro, se secó una lágrima, y gritó como nunca lo había hecho. Todos los que
se encontraban a su alrededor se detuvieron, impactados.
— ¡Detengan
la guerra! — gritó Melpómene.
Todos fueron hacia ella, algunos con
intención de matarla sin compasión para seguir con la destrucción de Atenas.
Sus amigas dándose cuenta de eso, se colocaron delante de ellas y Urania gritó:
—Si
la van a matar, nos matan a nosotras tres también—.
Los demás que estaban regados por la Polis
se iban dando cuenta de que sus compañeros dejaban de pelear y se dirigían al
Ágora, así que ellos hicieron lo mismo (algunos aprovechando la distracción del
otro para matarlo) hasta que todos los guerreros se encontraban alrededor de
las cuatro amigas.
—Hay
algo que tienen que saber—. Gritó Melpómene. — Ustedes los espartanos se
enteraron de que aquí en Atenas estaban burlándose de su sociedad, pues así fue.
Pero no fue Atenas, fui yo. Yo soy quien escribió aquel texto, yo soy “M.”—. Todos
se miraron. Hubo un encuentro de sentimientos en los atenienses: molestos con
Melpómene y a la vez sorprendidos por quien había escrito aquellos dos
increíbles textos—. Moriré por culpa de sus mentalidades, porque ustedes no
aceptan una mente diferente. Todo tiene que ser igual, según ustedes todos
tenemos que tener los mismos pensamientos. Pues se equivocan, todos somos
diferentes. Pensamos y sentimos diferentes a los demás. Y así, con respeto, es
que se logra la civilización. Y ahora moriré, seré castigada severamente por
mis palabras, por creer en mis ideales. Pero prefiero morir, que ver a mi
comunidad caer así. Pero que una cosa les quede claro, moriré siendo yo. Porque
hasta mi último suspiro de vida seguiré creyendo en que las mujeres no deben
limitarse a estar en el dominio familiar. ¡Las mujeres merecemos estar en la
calle, compartiendo con amigas escritos, lecturas y opiniones! ¡Nosotras
tenemos la capacidad suficiente para hablar con sabiduría y entablar temas como
la filosofía y la política! ¡Ustedes los hombres son las mentes cerradas! Y
para que se den cuenta… ¡Fue una mujer la que causó todo esto! ¡Fue una mujer
la que inspiró a muchos hombres! Seguiré pensando que debemos enamorarnos,
debemos tener a esa persona que nos cuide de verdad, que nos ame en la salud y
en la enfermedad. Y escuchen bien esto espartanos, hasta mi último suspiro de
vida seguiré creyendo firmemente que su comunidad es un desastre total—.
Y fue justo en este momento que la espada
de un espartano se introdujo en el cuerpo de Melpómene. Urania, Calíope y
Polimnia se agarraron las manos, las subieron y gritaron:
— ¡Por Melpómene! —. Siendo sus últimas
palabras de vida. Y como ya la causante de aquella guerra murió, los militares
de Esparta dieron fin a la disputa y se retiraron a su Polis. Y Atenas quedó
destruida, pero no por todo lo que la guerra se llevó, sino porque murió una
valiente mujer que defendió sus ideales hasta la muerte.
Créditos a mi amiga Gabriela Gonzalez Pena
por “Mi Hedoné inmaculada”, título original “Mi Venus inmaculada”.
Wallflower.
miércoles, 14 de agosto de 2013
La vida sin las mentiras, ¿Sería posible?
Quiero que al leer esta entrada, imagínense, queridos lectores, que vivimos en un mundo en el cual no existen las mentiras. Recordemos que en la sociedad se considera una virtud el ser honesto y ciertamente la mayoría de nosotros pensamos en la honestidad como algo bueno. Sin embargo, aprovechando nuestra inclinación por la verdad, hay que admitir que no siempre la decimos.
Ahora sabiendo esto, hagamos el ejercicio mental: Primero que nada no podría existir la política, pues ya todos sabríamos las verdaderas intenciones de los políticos y le puedo asegurar que la mayoría de ellas no son buenas. Probablemente no podríamos trabajar, ni estudiar, pues cada vez que faltásemos a un examen o a un día laboral no por enfermedad o diligencias sino por placer, nuestros respectivos jefes/profesores/superiores lo sabrían. En fin, se podría decir que si no pudiéramos decir mentiras no sería posible la existencia de la sociedad como la conocemos.
Imagínense que les hacen esas típicas preguntas incómodas en las que usualmente debes mentir.
-¿En qué estás pensando, que andas tan distraído/a?
-Sexo.
-¿Cómo me queda esta camisa?
-Te ves asquerosa.
-¿Me quieres?
-Te quiero coger.
-¿Estarás ocupada/o el fin de semana?
-Para ti, ¡Siempre!
-¿Y qué hiciste ayer en la tarde?
-Estaba teniendo sexo.
-¿Por qué no quieres salir conmigo?
-¿Acaso no te has visto en un espejo? ¡Eres horrorosa/o!
-¿Por qué pones esa cara?
-Es que tienes un aliento de perros.
-¡¿Quién se tiró ese?!
-¡Fui yo! ¡Fui yo!
-¿Crees que soy bonita?
-He visto mejores.
-¿Qué estás mirando?
-Tus tetas.
-¿Tendrías algo sexual con tus amigos?
-¡Pero si ya lo he tenido!
-Te presento a mi novio/a
-Está como para darle.
-¿Me quieres aunque sea un poquito?
-No.
-¿Qué harás mañana en la noche?
-Tendré sexo.
-¿Qué quieres hacer?
-¡SEXO!
¿Qué es lo más importante para ti?
-El dinero.
-¿Me ayudas con mi tarea?
-No, lo lamento pero eres bien bruta/o. No hay mucho que hacer por ti.
-¿Qué es lo que quieres de mi?
-¿No te lo he dicho ya mil veces? ¡SEXO!
En fin, algo así sería nuestra vida si no pudiéramos decir mentiras. Claro que siempre están las personalidades sarcásticas o los amigos con los que tienes una confianza absoluta y pueden hablar así entre ustedes. Sin embargo si estas preguntas se las hiciera algún familiar o alguna persona que estas conociendo apenas... Realmente sería algo terrible decir la verdad en su totalidad. Por eso y sin mas que agregar, hay que agradecer que podemos decir mentiras y que las personas pueden seguir pensando que eres amigable, dulce e inocente.
Boucless.
lunes, 12 de agosto de 2013
Un piano de leyenda. (¿Seguro?)
"Yo no quiero mirar lo que he mirado
a través del cristal de la
experiencia, el mundo es un mercado en que se compra
amor, voluntad y conciencia."...
"La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien tallado."...
"Cuándo veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.
Porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.
Y si tengo la palabra tosca,
en estas lineas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre."
Ramón Ortega, Verdades Amargas.
Como nos dice Ortega en este poema, "Yo no quiero mirar
lo que he mirado a través del cristal de la experiencia"
El pasado Sábado 10 de agosto del 2013, mi querido y gran
amigo Carlos Seijas y yo decidimos asistir a un concierto de piano junto con mi
musical papá y mi hermana menor. El concierto tendría lugar en el Teatro Teresa
Carreño a las cinco de la tarde. La actividad llamada "Un piano de Leyenda" se realizaría en la sala José
Felix Ribas. Eran varias presentaciones que se llevarían a cabo los días Viernes, Sábado y Domingo primera función a las 11 de la mañana y segunda función a las 5 de la tarde. Al llegar al teatro nos dimos cuenta de cómo había cambiado este
desde que cayó en manos del gobierno; en la entrada, anuncios y carteles de gran
tamaño en conmemoración del líder socialista fallecido, en el fondo del teatro
se realizaba a su vez una actividad gratuita para el público en donde se podía
apreciar una gran falta de profesionalismo y desorden. En la librería del
Teatro sólo podíamos encontrar libros que hablaran de la renombrada revolución
(termino mal empleado pues las revoluciones nunca duran 14 años), de la vida y
obra de nuestro libertador, obras socialistas y afiches de Ernesto Guevara.
Mi amigo y yo salimos decepcionados de la librería, pero no
dejamos que estos acontecimientos nos apagaran las ganas de oír buena música y
de apreciar el talento venezolano.
Antes de empezar la función se oye una voz masculina
diciendo claramente: Por favor apagar los teléfonos celulares o colocarlos en
modo silencioso.
A penas empieza la función comienzan a sonar los celulares, hay niños pequeños gritando y molestando, (sin mencionar las dificultades que
tuvimos para ubicar los asientos por la falta de organización) personas
hablando entre pieza y pieza. Y para empeorar la situación, las personas no
sabían cuando aplaudir y varias veces interrumpían a los pianistas antes de que
terminaran de tocar.
Al día siguiente (Domingo 11 de agosto) mi papá asistió al
concierto respectivo de las 11 de la mañana. Nos cuenta que salió de este muy
decepcionado pues el ambiente donde se había llevado a cabo la actividad
cultural fue muy tenso. Nos contó que Carlos Urbaneja, pianista venezolano de
gran trayectoria musical, fue interrumpido por el sonido estridente de un
celular que sonó tan fuerte que desconcentró al músico a tal punto que, molesto
e indignado, se levantó del piano y abandonó el escenario.
Pero esta pequeña escena no es nada comparado con lo que
narraré a continuación.
Ese mismo Domingo se llevó a cabo el concierto de
clausura a las 5 de la tarde y mientras que Clara Rodriguez realizaba su
exquisita presentación en el piano, no se sabe como pero obviamente gracias a
la falta de seguridad, subió al escenario un hombre borracho quien tuvo acceso
a este por la entrada de los camerinos. El hombre se tambaleaba y bailaba al
lado de la pianista, quien aterrada abandonó el escenario.
Al fin actuan los guardias de seguridad y se llevan en
brazos al ebrio. Mientras que esto ocurria, una persona del público se montó en
el escenario brincando la muralla que hace la división entre la audiencia y el
artista y gritó contento: ¡Ahora voy a tocar yo!
Este sujeto comenzó a "jurungar" el piano sin
ningún cuidado, haciendose pasar por los pianistas que se presentaron aquel
día.
La guardia también se lo llevó minutos después.
Yo necesitaba narrar lo acontecido en ese teatro, no podía
quedarme callada. Espero que muchos tengan la oportunidad de leer esto y sepan
en qué estado se encuentra nuestro país. Recuerdo que la frase de mi tesis de
grado fue "Sin cultura no puede existir un país".
Así cuidan nuestros
museos, nuestras librerías y así respetan a nuestros artistas (quienes nos
representan a nivel mundial) El actual gobierno venezolano es un reflejo de la
gente que habita estas tierras. Disfrazan su mediocridad llamándola socialismo.
No hay respeto por el arte ni por la música, la ignorancia abunda y los valores
humanos se ven poco.
Como dice el poema, yo no pienso callar pues "ceñida a
la verdad estoy" y poco me importa si estas palabras molestan a alguien.
Todavía soy libre de expresarme, y así lo haré mientras viva.
Boucless.
Amar con dedicación.
Dedicado a todas las personas que aman con dedicación, entre ellas mis amigos Gabriela, Katherine y Cristhian.
No apto para filofóbicos.
Encendí mi cigarro y fui al balcón. Era de noche. Mientras lo consumía, pensé como siempre en el amor y en la vida. Empecé a buscar temas para mi próximo escrito, pero entonces pensé que no hacía falta buscarlo, porque llegaría solo. Y decidí darle un descanso a mi mente: detener mi vida por unos minutos y pensar en lo que realmente soy. Y de eso escribiré, de lo que soy.
Desde que nací, he amado a Dios, a las personas y a las cosas. Desde
pequeño amo con dedicación, y cada día fue aumentando ese sentimiento. Y ahora
lo hago mucho más, siéndole fiel a lo que decido amar. He amado con locura y
frustración a dos chicas en mi vida, dándole todo lo que puedo. Les daba noches
sin dormir, canciones, lecturas, escritos, energías y tiempo. Llegaba al punto
de sentirme vulnerable ante ellas. Creo que sentir el dolor de que no me
amarían como yo lo hacía me obsesionaba más, y terminaba perdidamente
enamorado. Entonces recuerdo un escrito que me pasó un amigo, que dice:
"La quise de una manera tal, como para acostarme junto a ella en el sofá, enredar mis manos en su alrededor y dormir. No para tirar salvajemente, como en esas películas. Inclusive, ni siquiera para tener sexo. Sólo dormir juntos en el más inocente sentido de la palabra. Pero yo no tenía el valor y ella tenía un novio y yo era demasiado regular y ella era demasiado hermosa y yo era desesperadamente aburrido y ella era infinitamente fascinante. Así que opté por caminar de vuelta a mi habitación y colapsar en mi cama, pensando en la posibilidad de que si las personas fueran lluvia, yo sería llovizna y ella huracanes."
Entonces pienso: ¿acaso esa persona se toma el tiempo de pensar lo que
realmente siento? ¿Lo que realmente, realmente siento? ¿Me explico? No me
refiero al amor solamente, sino a esa dedicación extrema que doy. Y si lo
hiciera, ¿se enamoraría de mí al darse cuenta del tiempo que le dedico? ¿De eso
de lo que hablo: de lo que realmente, realmente siento? Es que es algo tan
grande, tan imposible de explicar. Ese sentimiento de posesión que uno siente,
de tenerla en los brazos, de ser mi primera prioridad y yo la suya, de poseerla
agarrándole las piernas y sintiendo su ser, de reírnos acostados en la cama. No
sé si me explico, espero que sí. Pero como ya muchos sabemos, el amor es un
tema muy complejo y complicado, así que hago lo mejor para que se entienda.
Pensé también en todo lo que uno es capaz para conquistar a esa
persona. Somos capaces de mentir y herir. Tenemos una fuerza enorme para seguir
escribiéndole y hablándole aunque nos sintamos humillados. Y esto, justamente
es esto a lo que me refiero en el párrafo anterior: todo lo que somos capaces
de hacer, ¿acaso esas personas no se toman el tiempo de pensar realmente lo que
sentimos y lo que haríamos por ellas? Como dice la hermosa canción de Bob
Dylan, "Make You Feel My Love" (aunque la única versión que he
escuchado es la de la talentosa Adele): "Pasaré hambre, pasaré todas las
penurias. Recorreré las calles de rodillas. No hay nada que yo no hiciera, para
hacerte sentir mi amor." También dice: "No hay nada que yo no
hiciera. Iría al fin del mundo por ti. Te haría feliz, haría todos tus sueños
realidad. Para hacerte sentir mi amor".
Le pregunté a una amiga qué era para ella amar con dedicación, y
mientras me respondía, entre los dos llegamos a esta conclusión: Amar con
dedicación está más allá de lo material y de las palabras, mucho más allá de
las promesas. Amar con dedicación es hacer sentir a esa persona segura de que
está en buenas y calientes manos que la harán sentir amada y protegida. Cuando
se llega a esa seguridad, estando con esa persona, hay algo en el lugar que los
hace sentir tranquilos y seguros. Es un sentimiento de paz, de sentir que ya no
estás perdido en un mundo tan grande y tan lleno de muy diferentes y
misteriosas personas. Sientes que todo tiene sentido y cada cosa y persona
están en los lugares indicados. Te sientes completamente vivo, y no hay ser más
hermoso que el que tienes frente a ti. Eso es amar con dedicación, bueno, para
mí y para mi amiga.
No es curioso que haya querido hablar sobre mí y termine hablando sobre
el amor. Si me preguntan cuál es mi palabra, como se lo hicieron a Elizabeth
Gilbert en Eat, Pray, Love, respondería “amor” (y también diría “ambición” y
“pasión”). Justo como dice mi frase favorita, escrita por Candace Bushnell para
el magnífico personaje de Carrie Bradshaw: “Soy alguien que busca amor. Amor
verdadero, ridículo, inconveniente, dedicado, un amor que no deje vivir al uno
sin el otro.”
Wallflower.
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