Las relaciones humanas son como un habitad en la naturaleza. A veces somos como leones listos para atacar, y otras veces como cebras siendo atacadas. Ser soltero y estar en una relación son, como sabemos, distintos ambientes. Parece que los que estamos en la soltería, vivimos en un mundo aparte de los que están de novios. ¿Qué tan lejos te has sentido de la ocupación que tiene un amigo o amiga con su pareja cuando están frente a ti? Ya ni te acuerdas cómo se siente estar ahí.
Tantas personas que existen en el mundo, que la mayoría de ellas siempre están pendientes de tener una relación. Ahora eso gira en torno a nosotros. Es como si tuviéramos otro ser en nuestro interior. Como si ese ser que ríe, sufre, se frustra, se pone nervioso, llora, se decepciona y tiene esperanzas por el amor fuese nuestra mitad, que se controla sola. Porque, ¿alguna vez te has enamorado de alguien que no te corresponde? Y ¿qué piensas? Cuando ya llevas tiempo estancado ahí, y te sigue ignorando, somos masoquistas y no le hacemos caso a la otra mitad, el ser racional: "Ya, olvídala, hay muchas personas ahí afuera. No es la única". Pero no le hacemos caso.
Sólo hay dos tipos de personas: las acomplejadas, y las seguras de sí mismas. Entonces, al final esto se trata de la supervivencia del más apto: una competencia de quien sobrevive a este terrible asunto y quien es más audaz en buscar el amor. Y es entonces cuando no puedo evitar preguntarme: ¿La vida de cada uno de nosotros depende de nuestra confianza? Si no somos valientes y seguros y no le hablamos a aquella persona que nos atrae, ¿estaremos botando sin darnos cuenta a quien sería nuestro esposo o esposa, padre o madre de nuestros hijos?
Wallflower.