Sentía su cuerpo muy cerca del mío, sus labios ligeramente abiertos anhelando un beso, su desnudez inmaculada se mostraba ante mi como una venus perfecta y sensual. Sentía su respiración acelerarse al igual que los latidos de su corazón. Mi cuerpo caliente al igual que mi alma, la querían poseer; que fuese completamente mía.
La tomé entre mis brazos y la besé con una pasión desesperada, sintiendo así su desnudez y su calor.
Comencé a acariciarla, no sólo acariciaba su cuerpo de musa sino también cada fragmento de su alma. También le proporcionaba besos a sus ardientes caderas, sus senos rosados, su cómodo pecho, sus piernas suaves, sus brazos delicados...
Ella me recorría con sus labios perfectos, acariciando mi espalda, mi abdomen, besándome con ternura. Ambos nos entregamos ciegamente a la locura del amor en aquella cálida noche de Diciembre y cuando pensamos que moriríamos de éxtasis y placer en aquel ritual sensual, caímos uno al lado del otro, victimas del cansancio y del amor desesperado.
La atraje junto a mi y me acurruqué en su pecho, inhalando su delicado aroma mientras me entregaba a los brazos de Morfeo.
Al despertar la encontré durmiendo plácidamente, delicada y adorable, bajo las mantas de seda. Cuando abrió sus ojos azules me descubrió mirándola y me sonrió; sin decir una palabra, ambos nos dimos cuenta de que era hora de volver a hacer el amor.
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