viernes, 5 de julio de 2013

Baila para mí, Salomé.

Salomé se incorporó, hipnotizada por el ritmo de la música. La noche estrellada y la tenue iluminación de las velas transformaban el palacio griego en un paraíso de atmósfera sensual y seductora. El público aguardaba en silencio el comienzo de aquel ritual, embriagados no sólo por aquel espectáculo visual sino también por el vino servido en copas de oro. La mezcla de la carne con el tinto actúan como un buen afrodisíaco, encienden el deseo sexual tan rápido como se enciende una mecha al contacto del fuego. 

Herodes se encontraba sentado en su trono de oro y plata, cubierto de joyas y mantas de seda. El vino había avivado sus sentidos, la imagen de Salomé aparecía ante él como un sueño erótico del cual no quisiera despertar nunca. Llevaba días observándola y deseándola en silencio; su cabello castaño, largo hasta la cintura y ensortijado, como solían llevarlo los griegos. Su pálida tez sin imperfección alguna, sus senos redondos y virginales, sus caderas anchas y sus muslos gruesos, terminando en unas piernas y pies delicados. Hijastra suya, hija de la mujer con la cual se había desposado. La muchacha había accedido a bailar para él con el único fin de conseguir la cabeza de Juan Bautista. Herodes no pensaba que aquel ser tan espectacular comparable solo con Afrodita tuviese ese tipo de malicia, sabía que su mujer estaba detrás de todo eso, sin embargo a él poco le importaba Juan Bautista en aquel momento. En su cabeza sólo tenía espacio para Salomé.

La vio levantarse con timidez y caminar hasta el centro de la habitación. Los invitados se sentaron  en el suelo formando un circulo para que ella hiciese su baile justo en el medio. Se escuchó el redoble de tambores seguido de un silencio sepulcral. "Baila para mí, Salomé" sentenció el gobernante y la música empezó a sonar, inundando la habitación de sonidos y magia. Salomé estaba vestida con siete velos de colores, destinados todos a caer al piso. La joven comenzó a moverse al ritmo de la música, moviendo sus caderas y acariciándose el cabello. Al comienzo se movía con timidez, pero poco a poco y con ayuda de la música fue desinhibiéndose, con movimientos cada vez mas provocativos y  estrafalarios. 

Cayó el primer velo, después cayó el segundo. Ahora su figura destacaba más entre las telas, dejando a los invitados atónitos y a Herodes más que extasiado. La muchacha seguía moviéndose al ritmo de la música, dirigiendo su mirada al burócrata y agitando su voluminosa cabellera. 

Cayó el tercer velo, seguido del cuarto, luego el quinto. Salomé se encontraba semidesnuda ante el público, faltando sólo dos velos para mostrar su desnudez por completo. Acercó su figura al trono de Herodes, para bailarle mas de cerca. Ella le sonreía y agitaba sus caderas, jugando así un juego mortal sin escapatoria. Estaban tan cerca uno del otro, que él podía escuchar su respiración agitada por la danza, podía sentir el calor que su cuerpo emanaba por la adrenalina. 

Herodes le susurró con disimulo: te he mirado mucho, Salomé. Quizás demasiado. Me has enloquecido, hipnotizándome en cuerpo y alma. Ella no pareció conmoverse por sus palabras, sino que seguía moviéndose, juguetona e infantil.

-Déjame tenerte, niña mía- le suplicó el gobernante, mirándola con ansiedad.
-Primero cumple tu promesa-le dijo la joven desafiante.

Salomé se alejó un poco para quitarse con lentitud los últimos velos que la cubrían, dejando así sus curvas al descubierto y su piel escarchada de sudor. Ella realizó los últimos movimientos de la danza y la música culminó. Se arrodilló desnuda ante Herodes, quien completamente seducido y acalorado, hizo unas señas a sus sirvientes para que trajeran la cabeza de Juan Bautista, como lo había prometido.

La muchacha se levantó y se acercó al trono, donde Herodes la recibió tomándola de la mano. Mientras que ellos se dirigían a los aposentos reales, la cabeza de Juan Bautista era llevada en una bandeja de plata a la madre de la bailarina.

Así ambos hombres, tanto Herodes como Juan Bautista, esa noche perdieron la cabeza. Como suele pasarle a cualquier hombre cuando se encuentra ante la desnudez femenina.



Inspirada en la obra teatral "Salomé" de el único e incomparable Oscar Wilde, quien escribió una versión sensual y violenta de la historia bíblica, causando polémica en la entonces época victoriana. 

Boucless. 

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho. ¿La has escrito tú, Boucless?

    -Una recomendación: Crear categorías en el blog para cada autor, así los lectores pueden buscar rápidamente los contenidos por autor.

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