sábado, 11 de mayo de 2013

Carta para un romance clandestino.

Adelia escribía una carta bajo un refulgente candil en la oscuridad de la noche. Aquella carta iba destinada a un hombre llamado Bernardo Pantoja, con el cual había mantenido amores tormentosos durante 10 años. 
Él la había visto caminar observando el vaivén de sus caderas una tarde de mayo  y desde entonces no había dejado de buscarla. Fascinado por su belleza de Odalisca, la contemplaba cuando salía a pasear todas las tardes, siempre anhelándola en secreto. Cuál fue su sorpresa cuando una tarde como todas las anteriores, la ve pasear de la mano de un hidalgo caballero.Enajenado y adolorido, Bernardo juró aquella tarde que no descansaría hasta robar el amor de Adelia. 

Adelia se casó con Diego de Vivar resignada, conformándose a tener que vivir con un hombre por el cual no sentía pasión alguna. Diego era un hombre de buen abolengo, cariñoso, gentil, valiente y honrado. Conocía a Adelia desde la niñez, habían sido buenos amigos. Se había enamorado perdidamente de ella y apenas tuvo la oportunidad, pidió su mano en matrimonio. Los padres de Adelia sabiendo que él era un caballero de buena índole y que tenía buena dote, no pudieron negarse.

De Vivar sabía que Adelia lo estimaba como un buen amigo nada más, sin embargo se esforzaría por conquistarla. Después de la boda llenó a su esposa de mimos comprándole una vivienda fastuosa, colmándola de joyas, otorgándole las más dulces caricias y los más tiernos besos. Adelia por su parte vivía en una constante congoja; poco le interesaban los regalos de su marido y se aburría de su empeño por ser dulce en la intimidad. Siempre taciturna y llena de nostalgia, se dedicaba a coser y a mirar por la ventana.

Mirando por la ventana fue que conoció a Bernardo, quien la había seguido hasta su casa cautelosamente en una de las tantas veces que la vio pasear. Desde el marco de la ventana le buscó conversación desde el primer momento, siempre halagüeño. Pantoja logró enamorar a Adelia sin mucho esfuerzo, llenándola de cumplidos y consolándola de su monótona vida. Ella, quien tenía un espíritu aventurero, se dejó seducir por las palabras y el aura misteriosa y pícara de aquel hombre.

Así empezó una relación entre Bernardo y Adelia. Los amantes se encontraban en el corral de la casa o en las espesuras del bosque, cerca del río. Ella disfrutaba aquel momento en el que desnuda, se montaba a horcajadas encima de él, poseyéndolo. Le gustaba sentir que al menos por un rato era dueña de sus acciones, tenía la absoluta libertad en su cuerpo y en su alma. 

Así vivieron por casi diez años, ocultando su amor y viviendo de pasiones clandestinas en la oscuridad. Al comienzo Adelia no encontraba ninguna molestia, sentía que al fin estaba viviendo la aventura romántica que siempre había querido vivir desde niña. Sin embargo con el pasar del tiempo comenzó a descubrir que el amor de Bernardo era frío, ya no buscaba seducirla con cumplidos ni tampoco secaba sus lágrimas, se limitaba únicamente a desnudarse y a desnudarla. Hacer el amor se había vuelto una tarea más en su monótona rutina.

Adelia le manifestó sus molestias a Pantoja, y este, enojado, le contestó que siempre la había amado y que nunca dejaría de amarla. “Lo he dejado todo por ti, Adelia. Te he demostrado lo mucho que te necesito cada noche, y ahora me sales con esto.” Las palabras de Bernardo no fueron suficientes para cercenar la inconformidad de esta mujer, quien decidió irse y dejarlo con la palabra en la boca.

Cansada y contrita de sus acciones, Adelia escribía una profunda carta de despedida a Bernardo Pantoja, bajo un refulgente candil en la oscuridad de la noche. Carta en la cual manifestaba que se arrepentía de sus encuentros, que se había cansado de esperarlo en la oscuridad y de rogarle que fuese más dulce y más atento con ella, que no solo la complaciera  en la intimidad. También le dejó en claro que se equivocó con respecto a su marido, él siempre había estado allí, queriéndola, dándole todo su ser, amándola a pesar de la forma tan indiferente en la que ella lo trataba. Le afirmaba que a partir de esa noche más nunca volverían esos encuentros clandestinos entre ellos  y que más nunca lo volvería a buscar, que ahora se dedicaría a enamorarse de su esposo, quien sí la merecía.

Al terminar de escribir la carta, Adelia cerró los ojos recordando los últimos diez años  y comenzó a llorar. Inmediatamente arrugó el papel en sus manos y lo destruyó en pedacitos. Había entendido que ya era tarde para escoger al hombre indicado, después de tantos años de maltratos e indiferencias hacia Diego de Vivar, no podía simplemente comenzar a ser dulce con él y valorar sus caricias y sus besos. Sabía que el tiempo ya no podía dar marcha atrás y comenzar de nuevo con su marido no era lo correcto, el mal ya estaba hecho.

Adelia se secó las lágrimas y se puso de pie, con la frente en alto. En la oscuridad de la noche tomó sus maletas y  salió de la casa, dejando en el pasado a Bernardo Pantoja y a Diego de Vivar.

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Aquí está una historia inspirada en los libros de Isabel Allende. En ella se muestran las tradiciones de antaño, la poca libertad que poseía la mujer. 
También muestra cómo nos equivocamos al escoger a nuestras parejas. Muchas veces el amor que deseamos se encuentra frente a nosotros y nos damos cuenta demasiado tarde.
En fin, es la primera historia que escribo sobre "simplemente amor", generalmente prefiero historias menos sentimentales y más violentas, sin embargo aquí está este pequeño relato. 
Es bastante sencillo, lo considero más como una práctica de vocabulario que como historia, igualmente quise compartirlo. 

Boucless. 

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