domingo, 12 de mayo de 2013

Ráfagas de fuego.

Se encontraba en el parque, leyendo un ejemplar algo gastado de Casas muertas, hojeándolo distraído y de cuando en cuando observando su alrededor; no tenia muchas ganas de leer, su ambiente se antojaba más interesante que aquel libro, el cual había leído ya varias veces. Los arboles danzaban a su alrededor a causa del viento que soplaba esa tarde. Por un momento creyó que el pie de uno de esos arboles se quemaba, ya que se encontraba a una distancia razonable. Luego de enfocar sus ojos en aquel suceso notó que se equivocaba: unos largos cabellos rojizos se encontraban en una delicada sien, paseaban por un rostro muy blanco, cual teclas de piano, y terminaban en el cuerpo de una chica de 17-20(pensó él), llevaba unos blue jeans rotos y algún libro en sus manos.

Estuvo varios segundos observando aquella danza de fuego, hipnotizado. Pudo haber seguido disfrutando de aquel espectáculo  de no haber sido porque los ojos de aquella Monroe, se encontraron con los suyos. Los arboles volvieron a ser el foco de su mirada, ellos no le intimidaban tanto como los ojos turquesa que acababa de detallar...

Se incorporó disimuladamente, miro su reloj, eran las cuatro menos quince minutos, se sintió cómo el conejo de Alicia: nervioso, apresurado, que debía ir a otro lugar. Miró a su alrededor y no había más nadie que ellos dos, poniéndole más inquieto, pero algo ansioso. Opto por irse, no sin ver de reojo aquellos largos cabellos en llamas, y quizá haya sido su imaginación, pero creyó haber visto en su semblante indicios de una sonrisa.

En el camino a casa no lo pudo evitar, dejo volar su ya exaltada imaginación: aquel prado, ellos solos, aproximándose el uno al otro sin despegar sus ojos y explorándose mientras, sintió el calor de sus cabellos envolverlo, su piel era tan blanca cómo caliza, pero era suave al tacto. El sonido de los arboles hacían contraste con el roce de sus cuerpos, y se unían a la armonía de su excitación al oírla gemir. No se preocupo en detallar su físico, estando ella sobre él importaba menos. Gozó de su piel, sus labios rosados sobre los suyos, gemidos que clamaban el final; cómo el cierre de un Concerto de Bach, el clímax añorado. Un ultimo gemido silenciado por un beso de índole francés.

Sus pensamientos lo habían inmolado de tal forma, que casi pierde su parada, y rápidamente se bajo del bus, para dirigirse algo apresurado a su casa. El sol se ocultaba ya, y su luz se despedía de las nubes, que emocionadas por su caballerosidad, se sonrojaban. Habiendo llegado a casa, seguía pensando en aquella chica, jamás se había visto tan exaltado ante una mujer, y decidiendo al fin, opto por acercarsele y conocerla si llegase a verla de nuevo. Se dirigió a cama, exhausto, en sueños sólo vio llamas ardiendo a su alrededor.

Despertó por el sonido de su alarma, que no le molesto esta vez, como solía hacerlo. Se levanto bruscamente y fue a la sala, se preparo un desayuno rápido, la comida era algo banal para él en ese momento. Volvió a su desgarbada habitación a vestirse. Salió sin perder mucho tiempo, no podía faltar a la clase de esa mañana, y sin embargo sólo pensaba en aquella chica.

Poca importancia le dio a las clases de Cálculo III y Física, que aunque eran sus favoritas, tenia cosas mas importantes en mente, su salida del aula al finalizar la ultima clase fue inmediata. De nuevo miró su reloj, este marcaba las tres. Rápidamente se monto en el bus que tenia dirección al parque.

Habiendo llegado, se dirigió a su sitio favorito, ese espacio solitario que tanto disfrutaba para leer, pero en ese momento no había venido para su habitual lectura. Luego de haberse sentado al pie de un árbol bastante frondoso, recordó que no traía un libro, para disimular siquiera. Se quedo sentado, sintiéndose apenado y tonto, detallando nuevamente el espacio que le rodeaba.

Mayor fue su sorpresa, cuando la chica por la que había fantaseado de forma tan sublime, había salido entre uno de los arboles cercanos al suyo, aproximándose a él, y llevaba entre sus manos el ejemplar de "casas muertas" que había estado leyendo el día anterior.

Lo había olvidado, y ella lo recogió para devolvérmelo - pensó para sus adentros, atónito.



Riccio.

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