lunes, 13 de mayo de 2013

Venezuela, la de las calles rojas.

Por hoy decidí dejar a un lado mi pasión por escribir sobre sangre y sensualidad, para dedicarle aunque sea algunas palabras a mi querida Venezuela, que tanto las necesita. La inspiración nació al entrar hoy a un supermercado y encontrar las estanterías completamente vacías. (Fotos anexadas abajo)


Caracas, el valle de Caracas. Antes conocida por su frío clima, su hermosa e imponente Ávila, su gente bonachona y más que todo, por sus techos rojos. Caracas, tierra que vivió las proezas y trifulcas de nuestros héroes, grávida de personas deseosas de poseerla o al menos visitarla. Caracas, antes tan famosa por su fastuosa elegancia y sus notables lujos, considerada el perfecto lugar para establecerse y llevar una vida con dignidad.

Hay que ver como haz cambiado mi Caracas, cómo poco a poco y gracias a la contaminación, tu clima ya no es tan frío sino caluroso y molesto. Tus calles antes tan aseadas ahora son simplemente un basurero infinito y tu gente, que antes había sido caracterizada por su amabilidad y su cultura, ahora es grosera e indiferente. Al menos el Ávila no ha sufrido tan radicales cambios; sigue siendo hermosa y aún conserva su magia de fábula indígena. Sin embargo tu y yo sabemos que podría estar en mejores condiciones, podría tener el trato que se merece. 

El teatro Municipal, inaugurado en 1881 por Guzmán Blanco, tenía los suelos de mármol y una apariencia verdaderamente alucinante. Hoy en día ya no es ni la sombra de lo que fue antes; las losas de mármol se esconden debajo de una suciedad eminente, si observas bien, podrás encontrar con suerte alguna de ellas. Su apariencia imponente y soberbia ahora se esconde tras la pintura desquebrajada y llena de orine. A simple vista no luce tan mal, de hecho la arquitectura todavía es hermosa.

El Teatro Teresa Carreño (uno de los más importantes de América Latina y el segundo más grande de América del Sur) por su parte, está lleno de publicidad política. Han convertido el arte en una cuestión de ideologías, dejando a un lado la verdadera misión de esta; transmitir y expresar belleza desde los diferentes puntos de vista. Y ni hablar del mantenimiento de los otros museos, como por ejemplo, el Museo de Bellas Artes.

Caracas, antes conocida como la de los techos rojos, ahora es la de las calles rojas. La inseguridad se ha vuelto algo común y la típica frase "No llegues de noche, algo podría pasarte" se pronuncia más que nunca en la boca, no sólo de los caraqueños, sino de todos los venezolanos. La escasez de productos y alimentos, el bolívar convertido en un maravedí gracias a los precios ridículamente altos.

¡Cómo dueles Venezuela! pienso en los caudales de tus ríos, en tus verdes e imponentes montañas, en tu diversidad animal, en tus extensas llanuras, en tus anchos mares, en tu Gran Sabana, en tus médanos... Mi corazón se achica al pensar en lo alto que te mereces estar y en lo bajo que te encuentras. No puedo culpar sólo a un gobierno negligente y corrupto, pues no solo ellos tienen la culpa. La culpa es de todos los venezolanos por dejar que algo tan hermoso y mágico cayera en manos equivocadas llenas de perfidia. Te pido perdón Venezuela mía, te pido perdón Caracas, por saber todo esto y no saber qué hacer para sacarte de este abismo.

Tierra mía, pasaste de ser "Caracas, la de los techos rojos" a "Venezuela, la de las calles rojas".


Boucless.









1 comentario:

  1. Debo decir que me ha conmovido tu artículo, y que seguramente no eres la única con ese sentimiento. Así como vamos, quién sabe a dónde iremos a parar. Solo nos queda vivir nuestras vidas apasionadamente hasta que llegue el día en que nuestros gobernantes acaben por completo con el mundo en que vivimos.

    Una pequeña anotación ortográfica sin fin de ofender o molestar: al inicio del tercer párrafo has escrito 'haz', en lugar de 'has'.

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