El mar ya no llora por los cientos de poemas que se inspiran en su choque, la espuma de Amaretto y la abrasión de su dolor; porque de vez en cuando, en su soledad, era ancho e indomable, falto de un abrazo fluvial, no tan efímero.
...
¡Y vaya que lo abrazaron! cientos de buques petroleros, que lo dejaron manchado de amor al dinero, sin poemas ni risas que resaltar.
Ahora llora en silencio, con gotas de aceite en sus mojadas mejillas.
-Emebe.
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